El Carnaval de Herencia tiene duende. Un duende que se alía al pueblo cada año por febrero, que jamás escuchó la voz del mando férreo y vistió las calles de colores aún en los días de fiel obediencia cuando solo se veía en blanco y negro.
Herencia vive con pasión el Carnaval, porque es un pueblo que exprime cada minuto del día y se entrega a su fiesta, porque quienes lo hacen posible, cada año, son los mismos que se beben los vientos por él. Herencia es Carnaval porque no quiere dejar de sentir los legados de sus antepasados y porque quiere tener muy de cerca los ritmos biológicos que le hacen ser un carnaval diferente. Este carnaval no se define, ha de vivirse.
La felicidad en Carnaval se encuentra de saldo, esa es parte de su grandeza. En el baúl de la abuela y en los armarios cobran protagonismo los deseos y el entusiasmo, entonces se hechiza el corazón y los pies vuelan por calles y plazas en busca de los torpes.
El Carnaval es la riqueza de lo elemental. La sutil ironía puede transmitir más que mil palabras juntas si se vive con el alma desbordada.
En los días de carnestolendas, en los que a la tristeza siempre se le puede poner una mueca de alegría y que se bebe del pozo inagotable de la sabiduría popular, la realidad es diseccionada por el bisturí del ingenio entre una consentida irreverencia y una necesaria dosis de humor.
El Carnaval, como la propia vida, madura a cada paso; y como ésta, quiere la calle para vestirse y realizarse, quiere el aire para pronunciarse y quiere un febrero con las puertas abiertas para no ver pasar los días sin decir lo que piensa. En cierto modo, por mucho que pasen los años, el Carnaval nunca dejará de ser la seña de identidad de todo herenciano allá donde se encuentre.
En los días previos huele a Carnaval. Don carnal invita a la preparación de tan espectacular evento. Herencia por unos días sacará sus mejores galas para disfrazar la realidad, para ahogar las miserias y el dolor con el peculiar bullicio de las máscaras callejeras. …Huele a prisillas, ansiosos y deseosas, a insaciables, codiciosos y ambiciosos, a impacientes y anhelantes. Huele a puñao, a ginetas y a perlé, a gigantes y cabezudos, a carreras locas de niños delante del látigo del tan singular «pinchagüevos»; a pasacalles interminables de sátira y desvergonzados. ¡¡Ya huele a Carnaval!!.
Huele a baúles abiertos, a naftalina, a refajos y corpiños, a pañuelos y mantones, a plumeros y abanicos, a caretas y antifaces. El Carnaval en unos días estará en la calle, en los bares y en el Palacio y por unos días se tendrá licencia para decir aquello que quieras tras el disfraz con ironía y engaño.
El Carnaval de Herencia, es distinto, es único, ni mejor ni peor. El Carnaval de Herencia no solo es participativo, hay que vivirlo con toda su intensidad, detrás de la máscara por la mañana y por la tarde y por la noche y por la madrugada. El Carnaval de Herencia no tiene descanso porque el alma engaña al cuerpo, la sinrazón a la cordura, el ingenio a la apatía y la alegría a la tristeza.
Así que contradiciendo a Julio Caro Baroja el Carnaval no ha muerto; no ha muerto, y resurge anualmente por febrero…. con un veneno que te hace ser actor y espectador a un mismo tiempo por calles y plazas. El Carnaval es una viva forma de expresión en la que todos los placeres carnales tienen vía libre y formar parte de Él te enseña a reír con lágrimas y a llorar a carcajadas.
Si no te lo crees, te esperamos!!!!!