Salvemos a la «Mascara»

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Foto de Archivo, Grupo de Mascaras años 50

Hablar del Carnaval de Herencia es también hablar de la máscara callejera, o máscara guarra, como también la llamamos cariñosamente quienes queremos diferenciarla de los brillos y opulencias de los disfraces “fantasía del carnaval”. La máscara, usada universalmente desde la más remota antigüedad, envuelve de misterio a quien la porta, supone un cambio de identidad, una transformación en alguien diferente, y ese fenómeno unido al ambiente festivo y de transgresión del carnaval, hacen que sea un componente esencial y de gran arraigo en los carnavales de nuestra zona, pues está en la propia idiosincrasia de la fiesta, especialmente en Herencia, donde la tradición de la máscara viene de muy lejos.

Reconozco el valor que tienen otras figuras de nuestro carnaval como Perlé o las Jinetas por ser exclusivas y autóctonas, pero a mí la máscara callejera me fascina, entre otras razones,  porque creo que recoge la esencia misma de esta fiesta: es broma, risa, juego, guasa, espontaneidad, crítica, tolerancia… todo está permitido detrás de la careta, la máscara o el antifaz, ¡para eso es carnaval!.

Además, si nos paramos un minuto a pensar en esta máscara tradicional se nos ocurrirán de forma inmediata un montón de virtudes y ventajas:

  • es popular, participativa e integradora, todos podemos ser máscara por unas horas: los niños, los mayores, los tímidos, los lanzados, los primos, las cuñadas, los que viven en San Antón, los que viven en la Plaza, los de los “Moraos”, los del Cristo, los hortelanos, las costureras… todos.
  • es barata, no cuesta nada, es anti-crisis y en los tiempos que corren se agradece.
  • es fácil, no necesita preparación previa, se puede improvisar, de hecho, basta con abrir un armario o baúl y echarle imaginación (el olor a naftalina que desprenden algunas máscaras da buena cuenta de ello).
  • es sostenible y ecológica, uno de sus principios es el reciclaje.
  • es creativa y agudiza el ingenio… ¿se te ocurren más bondades? Seguro que sí…

    Foto de Sagrario Fdez-Caballero. Mascaras Callejeras

Todos hemos tenido experiencias más o menos agradables relacionadas con máscaras, bien porque nos hemos “vestido de máscara” alguna vez o porque hayamos tenido que aguantar estoicamente las bromas de alguna de ellas desaprensiva y cruel. Pero lo más probable es que nos hayamos reído con alguna, de esas graciosas, de las que parecen conocernos muy bien y hacen un despliegue de toda su sabiduría para impresionarte. Es más, las hay que son verdaderas bases de datos humanas pues se acuerdan de todo y te sacan a relucir temas de la niñez, de la vendimia, de una excursión que hiciste cuando tenías 12 años, o cuando te caíste de la bici, también conocen a todos tus ascendientes, descendientes si los tienes, vecinos, amigos y detalles de tu vida personal y profesional, tu situación sentimental… y si no saben algo te lo preguntan, que no se van a quedar con las ganas. Son las que te desarman y te dejan con una pregunta tonta e inútil en la boca: ¿quién eres?… Al final, todos los herencianos nos reconocemos y participamos en alguna medida de este personaje que hemos heredado de nuestros antepasados y que forma parte del imaginario colectivo de nuestra población.

¿Cuáles son las señas de identidad de esta figura tan entrañable en Herencia?

A saber, la máscara herenciana es toda una filosofía. Para empezar, se ha de estar  dispuesto a salir a la calle con cualquier cosa, el objetivo claro es reír y reírse de todo lo que se ponga por delante y por supuesto, no ser reconocido. Con la colcha de la abuela, el mono de Tubyder o la bata de guatiné, la indumentaria es indiferente, y armada con cepillo, plumero, pulverizador o con los objetos más inverosímiles, la máscara se lanza a la calle en busca de diversión al grito de ¡ay que torpe, que no me conoces!.

Alardea de conocer a todos, aunque sólo sepa tu nombre de pila y cuando el hecho de no ser reconocida le ha dado la seguridad suficiente se abalanza sobre su presa, comienza entonces el ritual. La máscara es divertida, alocada, descarada, traviesa, también las hay silenciosas (aquellas que se perdieron el curso titulado “Cómo poner la voz de pito”), la máscara da la tabarra a diestro y siniestro, guerrea, sacude, moja y si te descuidas te pega una paliza, salta, baila, corre, grita como una condenada, suda, se ríe y hace reir… así es la máscara  de Herencia, la que sólo quiere pasárselo bien y es capaz de reírse hasta de su sombra.

Foto de Sagrario Fdez.-Caballero

 Y si es tan representativa y divertida, ¿por qué se está perdiendo esta tradición? Quizá sólo sea una percepción mía pero creo que se está diluyendo, a pesar de que la participación es masiva, se eligen otras formas de expresión y diversión, por supuesto igual de válidas, pero distintas. Es cierto que el carnaval, como es lógico, evoluciona como el resto de la sociedad y es inútil resistirse a los cambios. Posiblemente influya el hecho de que los niños y más jóvenes no lo estén experimentando como en décadas anteriores, cuando las pandillas de “mascarejas” llenaban de ambiente el pueblo a todas horas. Pero supongo que esta reflexión se deberá hacer en otros foros (si procede), sobretodo ahora que sabemos que hay un grupo de personas que, constituidas en asociación, se han propuesto dinamizar y velar por nuestro carnaval de una forma seria y responsable.   

 Lo que yo tengo claro es que siempre he disfrutado intensamente del carnaval y puedo asegurar que mis momentos más divertidos, cuando me he reído hasta no poder más, han sido detrás de un antifaz. Este carnaval me pienso vestir de máscara ¿y tú?. Salvemos a la máscara, hagamos que el ¡a qué no me conoces! inunde de nuevo nuestras calles y locales durante los próximos días. ¡Feliz carnaval!

 Fdo.Mercedes Moreno-Manzanaro

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